top of page

„Mühlgraben in Freiberg“, foto a color de Franz de Grousilliers y Rudolf Hacke (1916)

  • Autorenbild: rvbens
    rvbens
  • 11. Feb. 2021
  • 3 Min. Lesezeit

Aktualisiert: 23. Okt.


ree


„Mühlgraben in Freiberg“, foto a color de Franz de Grousilliers y Rudolf Hacke (1916). Deutschland in frühen Farbfotografien (Alemania en antiguas fotografías a color). Peter Walter ed. Köln 2009, p. 165


Antigua fotografía a color tomada en el primer cuarto del siglo XX con el procedimiento de la separación de colores. El tono añejo de las cosas y formas de antes y no el tono deslavado del paso del tiempo — cuestión puramente química asociada al desgaste de papeles y soluciones.

Las fachadas de las casas reflejan una luz otoñal de brillo metálico, típica de las regiones carboníferas, lo mismo que el color verde agua que pinta esas casas. Ahí, el sol brilla atravesando un aire enrarecido por el efecto de materias que vuelven a la luz después de millones de años. Los galpones azulados de la gran casona del centro imponen una presencia solo igualable a la de la torre mayor de la iglesia, mientras los ventanales superiores de la misma, con sus dos cuencas simétricamente vacías, asemejan la mirada de un patrón furibundo que domina calle, luz y tierra y cuánta cosa. La textura y el tono rojizo y seco de los techos acurrucan un espacio ingenuo y desvalido en donde la parte viva de la escena tiene su lugar. La pintoresca imagen de pueblo muestra una carreta tirada por un pequeño animal doméstico — puede ser una cabra, pero más bien parece un perro —. Un campesino o trabajador transporta o vende productos y algunos habitantes del lugar posan para la foto. Impresionismo puro, a color natural, en tiempos de la peor guerra.

En este anacronismo, las personas tienen un halo misterioso, un carácter fantasmagórico: el hombre del traje azul con su forma de pararse y de emerger desde las sombras como si saliese desde una caverna en la que habita, el campesino de la boina con los lindes desdibujados de su cara bosquejada, la mujer levemente delante suyo, imponiendo con la forma acampanada de su vestido una presencia que el campesino acepta resignando su propia estrechez a un segundo plano de brazos cruzados tras la espalda. Los que desde el piso de arriba miran curiosos asomados por las ventanas también vienen desde las sombras. Logran salir en la foto colándoseles al olvido, ese mundo detrás de sus paredes.

Estos personajes de rostros indescifrables insinúan sonrisas o tristezas según se acerque o se aleje uno de la lupa de contacto. ¿Pretendía la fotografía capturar fantasmas o solo empobrecidos campesinos? ¿Y aquel carácter fantasmagórico, se lo confiere a la foto el paso del tiempo — la química — o está ahí como parte constituyente de la imagen desde el mismo momento de su captura? ¿Esos fantasmas, aparecen recién ahora en la fotografía, cien años después de tomada, o los vio también el fotógrafo cuando reveló los negativos — observando a esos personajes como se verían también cien años más tarde? Tiendo, por su simpleza, a la última opción. La cámara con la que se producían este tipo de fotografías realizaba tres tomas monocromas separando en cada una de ellas el espectro de color por medio de un sistema de filtros azules, rojos y verdes. La cámara pictorialista de Grousilliers/Hacke produjo entonces tres negativos que en su conjunto contenían el espectro total del color visible. Esos negativos incluían, asimismo, como un epifenómeno, el presente, el pasado y el futuro.

Me inclino a pensar que el filtro azul habría sido el encargado de capturar el futuro y el rojo el pasado, pero no hay dudas de que como todo río que fluye, el presente tiene que haber sido capturado por el verde.



(Además de en el libro mencionado, la fotografía en cuestión se encuentra también online en el número 23 de esta selección: https://www.spiegel.de/fotostrecke/fruehe-farbfotos-fotostrecke-106861.html)

Aktuelle Beiträge

Alle ansehen

Kommentare


© 2023 RLAG

bottom of page